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Adolestreinta, la segunda edad del pavo

Incorrecciones irrepetibles

Bueno, segundo día que me decido a escribir este proyecto de bitácora y resulta que "blogia" ya empieza a sodomizar. Con lo chulo que me había quedado un ejercicio de ironía modesta en el que exponía la posibilidad no despreciable de que las drogas fueran buenas, con la inestimable ayuda de varios ponentes descamisados. Y se ha ido al "Limbo de los patriarcas" . La raiz del tema es que no soy una persona muy estable en cuanto a convicciones profundas y a pesar de no ser hipocondríaco, me reconozco en casi todas las sintomatologías psiquiatricas que leo en prestigiosas revistas de peluquería y taller de reparación de coches (las revistas serias que tapan las porno). Decía que ultimamente me "toca" tener TDA y que me convencí de tal cosa al asistir a una conferencia sobre fármacos para tratarla. No se como acabé asociando todo para terminar comprando Efedrina y aumentar mi capacidad atlética sin remordimientos. Es que no me centro en nada.

En fin, el caso es que hace algún tiempo decidí empezar a charlar con mi mejor amigo Acer TravelMate 5210 y llegamos a un pacto tácito. No repetir pensamientos. La segunda vez no quedan tan bién, de manera que mi artículo anterior, con el que seguramente habría ganado miles de premios, se quedará en el lugar al que lo envió el amable y gratuito servidor de este espacio.

Pero no me pidais que me centre en algo, soy incapaz al menos durante los diez o doce días que disfrute y sufra por partes iguales esta enfermedad que tengo psicosomátizada. La verdad es que es triste. Tengo pene, pequeño, pero pene al fin y al cabo, y no me queda ni la excusa de estar atravesando alguno de esos estados alterados por las hormonas de los humanos que menstrúan. Mejor cambiaré totalmente de tema y reflexionaré sobre la campaña contra la violencia de género. En San Periquitín del Bosque, no tenemos carteles publicitarios grandes porque una vez pusieron uno y se lo comieron las cabras, pero esta semana he estado en "Gallardón city", con el fin de grabar un programa de televisión que se emitirá la semana que viene y en el que participo. Y bueno (¿Veis como se me va la pinza?) El caso es que no me gustan. Sé que voy a rozar lo políticamente correcto.

Estoy de acuerdo con la tolerancia cero. Odio la violencia contra las mujeres visceralmente, tanto como a la infringida contra los hombres, los pueblos o las razas. Este odio, sólo es superado por el que siento ante quien maltrata aun niño por no disponer este de mecanismos de defensa. Pero la inscripción del cartel me parece que deja una serie de alternativas muertas y de motivaciones en las que discrepo.

1ª ¿Si maltratas a un hombre, un niño o una gallina te conviertes en un machote?  Vale, esta está cogida con pinzas, pero deja sitio a una mínima reflexión que puede ser utilizada como memoria afectiva la próxima vez que tengamos que disimular o hacernos los interesantes.

2ª ¿Si dejas de ser un hombre en qué te conviertes? Vale, vale, en una mierda (cuanto daño ha hecho en el imaginario popular, la cultura de la televisión rápida) Pero entonces estaría solucinado el problema en la primera bofetada, el ínclito se transformaria en un "ñordo" de caballo, con lo que pasaríamos a utilizarlo como abono natural que mejorara nuestras cosechas. En serio, ¿En que se transforma? Si pensamos serenamente, nos daremos cuenta de que fisiológicamente el sujeto seguiría perteneciendo a la especie humana. Si genericamente deja de ser un hombre para descender un escalón, ¿Se transformaría en mujer? ¿No es esto muy machista? y si nos centramos en el punto de vista sexual, ¿Sería acaso gay? (Léase "gai" que los "gueis" están en los "llunaite esteis") ¡Qué homófobo! Reflexionad.

Hay ciertos humanos con los que es mejor no tener razón nunca, pronto se les terminan los argumentos y acaban cruzándote la cara. Pero a pesar de que me encantaría que fueran vegetales autótrofos siguen siendo de mi especie, y según Darwin no están muy lejos de mí en la escala evolutiva. Con lo cual, me parecería interesante que todos los seres humanos, hombres y mujeres, acostumbrados a justificar la violencia como último recurso justificable (valga la redundancia) incluso si es para contrarestar los efectos de otra violéncia, hicieran ejercicios de introspección.

Yo personalmente nunca he pegado a nadie ni hombre, ni mujer, ni animal y desde aquí pienso que sería incapaz de hacerlo. Pero también soy consciente de que me paso media vida haciendo cosas que siempre pensé que no haría. Así que más autocrítica y menos linchamiento.

Yo cambiaría la frase por: "Cuando utilizaMOS la violencia para cualquier fin, llegaMOS a tal grado de bajeza que la única catarsis posible es el suicidio"

Bienvenidos a adolestreinta

Cumplí treinta años en diciembre, el día que nació este blog. En aquel momento mi pareja estaba en alemania enterrando a su madre, no vivo en el mismo lugar que mi familia y mis amigos estaban de vacaciones "papanoelianas". Mi única compañía durante las navidades y mi cumpleaños fue mi pez "Chindasbinto". Y decidí que lo mejor era subir una montaña por delante de la que paso casi cada día con el coche. Fue una celebración frugal, pero resultó suficiente para llegar cansado a casa y acostarme a dormir pronto.

En diciembre decía que nació el blog, aunque es hoy cuando empiezo a escribirlo. Seguro que esta espera tiene que ver con lo que al final salga de ella. Tengo treinta años. La pesada de Coixete (o como se escriba) diría que soy demasiado viejo para morir joven. Pero la verdad es que ya no soy promesa de nada, tengo la edad a la que se retiran los futbolistas. En mi cabeza sólo quedan sueños. Recuerdo que soñé con ser escritor hace como diez minutos la última vez, es un sueño recurrente que se ha producido durante los últimos veinte o veinticinco años. Pero entre ellos se entremezclan algunas otras realidades. Actúo en obras de teatro, imparto talleres, leo a los ancianos de mi comunidad...

El otro día me conecté a una página de esas de juegos en linea para adolescentes, y jugué varias partidas de billar. Todos mis rivales me bapuleaban. las chicas me preguntaban las mismas cosas.

- ¿Edad? (Bueno realmente creo que fue con alguna de esas abreviaturas nuevas que por algún misterioso motivo descifro pero no llego a componer)

- Contesto- Treinta-

Entonces apareció un mensaje en letras rojas sobre el tapiz virtual de billar: "Su rival se ha desconectado" A partir de entonces tengo veintiuno.

Habiendo aprendido de este error cual "Bill Murray" en "el día de la marmota", cada muchacha que me pegaba una brutal paliza en el dichoso juego, seguía un patrón de respuestas casi idéntico, no muy dificil de seguir. Aprovechando que soy la última gloriosa promoción de españoles que estudió E.G.B. descubrí que si entre tiro y tiro no contestas a lo que te dicen se desconectan y que el juego no es más que una excusa para la sociabilización.

-¿Edad?

-Trein... Veintiuno, veintiuno.

-¿De dónde eres?

- De San Periquitín del Bosque

-¿Como te llamas?

- Ricardo

Y así hasta el infinito. Pero entre una cosa y otra una de ellas me dijo ser chilena, tener diecinueve años y tenerlo todo muy claro en la vida. Ahí sí que me sentí mal. Porque yo no tengo ni idea de nada que tenga que ver conmigo. Tengo la capacidad de convencer a cualquiera de casi cualquier cosa, y a la vez mantener correspondencia epistolar con otra persona y convencerla de lo contrario. Pero en lo que se refiere a mi no tengo ni idea de nada. Y resulta que una chilena de diecinueve años, lo tiene todo clarísimo. Tendré que emigrar a Chile.

Bueno y ya lo dejo porque si lo digo todo hoy, no me queda nada para mañana. Y en San Periquitín del Bosque no hay mucho material para escribir.

Saludos